Querido lector, prepare un excelente té o un buen espresso.
Hoy, Ink & Outsider le comparte con alegría la pluma de una gran mujer de letras cuyas palabras tejen vida y memoria. Le doy la bienvenida a la maestra Karen Codner Dujovne.
Karen Codner, es una escritora que navega entre lo profundo y lo cotidiano con una naturalidad desarmante. Sus novelas, Respirar bajo el agua (Cuarto Propio, 2015) y Todos nuestros fuegos (Seix Barral, 2024), exploran las complejidades del alma humana con una sensibilidad única. Además publició un Cuaderno de escritura: con estos ejercicios escribo. Como periodista y magíster en Literatura Comparada por la Universidad Adolfo Ibáñez, combina rigor intelectual con una pasión desbordante por las letras.
En 2009, fundó la Fundación Memoria Viva, un proyecto que preserva los testimonios de cerca de 150 sobrevivientes del Holocausto que encontraron refugio en Chile, un legado que entrelaza memoria y humanidad. Su podcast Espiral es un espacio donde dialoga con escritores hispanos como Julia Navarro, Irene Vallejo y Alejandro Zambra, ofreciendo conversaciones que iluminan la literatura y la creatividad. Su boletín semanal Oda es un refugio para quienes buscan una pausa creativa, pues lo simple no necesita adornos, solo una Oda. Son reflexiones personales y recomendaciones literarias que invitan a detenerse y pensar. Además, imparte talleres de lectura y creación literaria, guiando a jóvenes y adultos en el arte de contar historias.
Pero Karen, estimado lector, no es solo una mente brillante. Es madre de cuatro, esposa, y una maratonista que ha cruzado la meta en siete carreras. Cocina con amor, cultiva su huerta, y se atreve con el crochet, aunque confiesa que sus creaciones suelen terminar en un glorioso enredo. “Hago crochet mal, pero con ganas”, dice con una sonrisa, y en esa frase reside su encanto: la capacidad de abrazar lo sublime de la literatura y lo imperfecto de la vida cotidiana.
Mientras el mundo la ve como una intelectual que preserva la memoria y escribe historias que conmueven, Karen ríe, demostrando que la perfección no es requisito para brillar. Su vida es un tapiz de contrastes, donde la seriedad de la memoria histórica se entrelaza con la ligereza de un ovillo de lana, invitándonos a todos a crear, a correr, a vivir sin miedo a los enredos y, en ello coincido y comparto con ella totalmente.
Karen Codner Dujovne no solo escribe historias; las vive. Con cada palabra, cada paso, cada punto torcido de crochet, nos invita a encontrar belleza en lo imperfecto y a tejer nuestras propias historias como una outsider. Es decir, con audacia y corazón.
QUÉ HACER CUANDO NO PUEDES ESCRIBIR
Karen Codner
La felicidad de ver publicadas tus obras no tiene precio; es un sentimiento muy particular. Los meses posteriores sientes que no necesitas nada más, que todo es tal cual debería ser. Solo he sentido tal nivel de plenitud tras convertirme cuatro veces en madre.
Sin embargo.
Pero... ¡Exacto, siempre hay un “pero”!
Lo difícil viene después. Sí, cuando la sensación primaria de alegría profunda ha pasado ¿Y ahora qué?, ¿cómo volveré a escribir? Si bien es difícil solucionarlo, se puede, pero hay que hacer un esfuerzo consciente. De eso te quiero hablar hoy, de como fue el desafío, de cómo fue conjurar mi camino para regresar a la escritura.
Lo que hoy vas a leer es cien por ciento verídico, personal y espero, que te pueda ayudar.
Tras publicar mi primera novela Respirar bajo el agua,
Todo fue nuevo, ignoraba lo que vendría después. Me di un recreo para volver a sentarme frente a la pantalla. Era sensato darse un tiempo, ¿podría volver a escribir? Me tomé esos meses con tranquilidad, pasó el verano, seguía también ocupada con mi trabajo en la Fundación Memoria Viva, ligada a los testimonios de los sobrevivientes del Holocausto que se albergaron en Chile.
La cosa se puso más difícil en marzo, aquí en Chile, es el mes oficial del inicio del año, ya sea a nivel escolar o de trabajo, enero y febrero son los meses de vacaciones y el ritmo es más relajado.
Arriendo una pequeña habitación en El Arrayán, en los faldeos de la Cordillera de Los Andes, y allí, es donde sucede la mayor parte del proceso creativo. En este pequeño lugar de no más de cuarenta metros, con un baño y una kitchenette, paso varias horas al día. Además del gran escritorio que compré en una feria de antigüedades, tengo un sofá y una pequeña mesa para almorzar. Un reproductor de vinilo y computador. Mi biblioteca principal está en casa y aquí los libros van y vienen.
Como ven, este es mi espacio y muy pocos lo que conocen.
Tengo rituales que me ayudan a conectarme con el oficio. Ocupo un pantalón de buzo y un top muy holgado, no entro con los zapatos -los dejo fuera- en el difusor de aceites esenciales enciendo una vela. Pero nada sirve si las ideas no fluyen.
Para volver a escribir es esencial darle prioridad
Debes quererlo tanto que dejas espacio mental y físico para ello. Es decir, como todo en la vida, si algo te importa, es menester que le otorgues una franja dentro de tu vida. Si funcionas en piloto automático es imposible. Así surgieron dos intentos de novela que aborté.
El primero era sobre un hombre que visitaba a su madre moribunda en Jerusalén. El segundo de una chica huérfana de madre, que vivía en Detroit con su padre y por un motivo u otro, se entera de que su progenitor tenía un pasado oscuro.
Otra vez me vi enfrentada a la desazón, sin proyecto, sin ideas y una desesperación cotidiana.
Hasta que me dije: Karen si deseas esto, vas a tener que enfrentarlo. Iba a mi taller por lo menos cuatro veces a la semana y me sentaba ya sea al frente de la pantalla o con el cuaderno a intentar escribir.
Salían reflexiones, pero ningún relato o idea de novela. Lo intenté con música.
Encontré una caratula de un vinilo en yiddish -la lengua que hablaban los judíos de Europa oriental, una mezcla entre alemán y hebreo- que pertenecía a la abuela de mi marido. Mientras escuchaba la melodía leí letra de la canción “Siete hijas” y eso fue suficiente. Así di con la historia y con el personaje principal de Todos nuestros fuegos. Rivka, la cuarta hija de siete, pierde a su familia en un incendio. Solo sobrevive ella y su padre. Esto claro, no sale en la canción, lo inventé. Pero sin la letra de las “Siete hijas”, Todos nuestros fuegos, no habría salido al mundo.
Lo que sucedió tras publicar Todos nuestros fuegos
Vuelvo a vivir el mismo proceso: alegría abismante, una pausa de unos meses y luego la pregunta ¿podré volver a escribir? Estuve seis años trabajando en esta segunda novela por lo que me merecía un descanso. La publiqué en marzo y en mayo intenté volver a las pistas.
La tarde del lanzamiento
Imposible. No salía nada, ni en el computador ni con lápiz y papel. No iba a permitir que me venciera, soy una mujer que busco soluciones concretas.
Básico: buscar apoyo
El primer paso fue buscar apoyo y gracias a Escribir es un lugar creada por Laia Jufresa, comencé a dar mis primeros pasos. Laia Jufresa, es una escritora mexicana que vive en Escocia y creó esta plataforma para acompañar a las escritoras en el proceso de creación. Hay varios programas, yo me inscribí en “La comunidad” que es un espacio donde a cierta hora del día, las miembros se reúnen para escribir cada una su proyecto. Es una hora silenciosa, pero en comunidad. Al comienzo de cada cita uno debe manifestar el objetivo para esa sesión, puede ser terminar un capítulo, trabajar en una postulación a una beca, revisar la tesis. La comunidad fue vital porque cada día, a las once de la mañana, me reunía con estas mujeres a escribir o revisar algo, podía ser escribir mis páginas matutinas, revisar un cuento, escribir la Oda.
Sin embargo, esto no fue suficiente, solo un primer paso. Necesitaba apoyo aún más radical y por eso me sumé a tres talleres de creación: Marcelo Simonetti, Pía Barros y Antonia Torres.
La metodología en todos era la misma : se da un pie forzado -es decir, una idea fuerza con la que debes escribir un relato- y después la compartes con el grupo. Con Marcelo me reunía los miércoles en la mañana, con Pía ese mismo día en la tarde y con Antonia, los jueves también a última hora. ¿Mucho? Claro que sí. No pude mantener el ritmo, pero todos me abrieron a la escritura. Estaba más cerca del objetivo. Sin embargo, fue imposible mantener este ritmo creativo porque además de escribir, dicto talleres de lectura, de creación literaria, escribo Oda, conduzco el podcast Espiral, tengo marido, soy mamá de cuatro y podría seguir.
Me quedé solo con el de Marcelo Simonetti, pero todos aportaron a volver al oficio.
Escribí muchos relatos, algunos mejores que otros, todos muy breves y por eso, seguí trabajándolos a lo largo del año. Escribir es un lugar fue vital para ello, me obligó al compromiso.
Sin embargo, mi meta era ir por una tercera novela.
Atreverse a innovar
Me di cuenta de que en varios relatos había una figura que se reiteraba: una mujer octogenaria, vi sus manos llenas de venas azules, sus inquietudes y su memoria.
Supe que algo había.
Como estaba con una resistencia a escribir en el computador comencé a hacerlo en tarjetas de fichas. Cada día escribía algo sobre esta anciana, que en un comienzo no tuvo nombre. Tenía el personaje, pero no la historia. En febrero me fui de vacaciones y en marzo, volví a este sistema. Paulatinamente fue surgiendo un mundo, con personajes e hilo conductor. Así nació la vida de Eva presa de su cuerpo y de su cama.
Volví a sumarme a la plataforma de Laia Jufresa, pero esta vez “La Madriguera”, que es un grupo donde mujeres trabajan proyectos de largo aliento y dos veces al mes, Laia te hace coaching y uno se compromete a escribir cierta cantidad de días mensuales. No hay excusa.
Como ven, cumplí con el objetivo: volví a proyectar una novela y hoy, a fines de junio, puedo decir que tengo listo un primer borrador con treinta mil palabras, cien páginas word. Durante este mes me voy a dedicar a leerlo por completo. ¿Temor? Más del que imaginan.
Si bien hacerlo a mano hace más lento el proceso, pues hay que transcribir los textos, el bosquejo se enriquece porque, de cierta manera, estás escribiendo dos veces. Yo utilizo Scrivener y Word.
Leer es clave
Paralelo a este proceso le di prioridad a la lectura. Me sentaba en el sofá en mi taller y durante una hora, leí. Así pasaron por mis manos grandes títulos que aportaron muchísimo a mi proceso:
También fue vital El camino de la escritura de Julia Cameron que me dio fuerzas, claridad e ideas para seguir perseverando. Me volví fanática de las páginas matutinas porque luego de escribirlas, sentía que la carga personal la dejaba en la libreta y mi creatividad se abría a mi anciana, que ya tiene nombre: Eva.
Diez máximas para volver a escribir
Ten claro lo que deseas: escribir un ensayo, un cuento, varios relatos, una novela breve, una larga, una saga.
Debes hacer espacio mental y físico. La inspiración no llega mirando el teléfono, conversando con una amiga.
Sé fiel a ti mismo, si esto te importa, debes dedicarle tiempo. Incluso si no logras escribir, estás haciendo el cambio
Imprime un calendario del mes y marca los días que vas a escribir.
Debes darte espacios de recreación vinculados con el arte. Ya sea salir a caminar, pasear a tu mascota, ir a una exposición.
¿Qué te calma y te conecta? Para mí fue la música y el silencio a la vez.
Busca apoyo. Hoy hay muchas opciones en las redes sociales, escucha podcasts que hablen sobre el bloqueo escritor, inscríbete en Escribir es un lugar.
Respira, no lo olvides.
Escribe tus páginas matutinas. Esto es básico, todos los días, aunque ya sea la hora del almuerzo, seguirán siendo tus páginas, descarga aquí todas tus preocupaciones para que le des rienda suelta a tu proceso.
Lee y mucho.
¿Y tú, te atreverás a desentrañar los laberintos de tu propia creatividad, o permitirás que la página en blanco dicte tu silencio?
La decisión de encender la chispa, de desafiar la inercia, siempre será tuya.
Lee. Escribe. Crea con ganas de volver a escribir
Obras publicadas
Respirar bajo el agua. Editorial Cuarto Propio, 2015
Cuaderno de escritura: con estos ejercicios escribo. Edición de autora, 2020
Todos nuestros fuegos. Editorial Seix Barral, 2024
Conéctate con Karen
Gracias José por esta oportunidad. Muy feliz